Musica Costarricense del S. XX

Algo acerca de la música en Costa Rica a finales del S.XX
Carlos Guzmán B.

Por cosas del destino, supongo, me ha tocado vivir en una época de mucho interés para el desarrollo musical de Costa Rica, época en la que he visto nacer y morir agrupaciones, he palpado el despertar tecnológico aplicado a la música y he sido testigo de muchas nuevas tendencias. También he logrado realizar mis propuestas como músico en los diversos formatos que día a día nos ofrece el vertiginoso movimiento musical mundial.

Crecí ligado a la música popular, pues mi padre y mis hermanos inyectaron en mi el sentimiento por los ritmos tropicales y las baladas románticas, mientras que mis compañeros de estudios me acercaron al rock, al jazz y a la poesía. Por otra parte, he crecido cerca del movimiento sinfónico costarricense, que despertó de manera tan admirable luego de la creación trascendental del programa juvenil de la Sinfónica Nacional.

La Orquesta Sinfónica me ha encargado varias obras. Una de ellas “Inspiraciones Costarricenses” ha tenido muy buena aceptación pues el público disfruta las conocidas canciones típicas con sonido sinfónico. Otro proyecto de gran formato es “Cantos de Guanacaste para Coro y Orquesta” que fue estrenado en el marco del Festival Internacional de las Artes 2001, en la provincia de Guanacaste. Ahorita estoy en mi "Suite de los Volcanes"; una sinfonía en cuatro movimientos; Arenal, Poás, Rincón de la Vieja e Irazú. De manera que mi vida ha estado ligada a la música de muchas formas. Por eso trataré de comunicar mis observaciones sobre el comportamiento musical de Costa Rica en las tres últimas décadas del siglo XX.

No había cumplido cuatro años cuando aprendí mis primeras canciones; “Jacarandosa”, una guaracha cubana, “Lonjazos”, un tango, y varias rancheras como “La Feria de las Flores”, “Dos arbolitos” (que cantaba a dúo con mi mamá) y varios valses peruanos y argentinos que mi papá entonaba con sus amigos en el corredor de la casa. Eso me hace creer que la Costa Rica de los sesenta estaba saturada de material latinoamericano. En la radio recuerdo vagamente mucha música mexicana, boleros de tríos, cumbias de Colombia y de México y una que otra canción norteamericana con el soberbio sonido de las big bands y las aterciopeladas voces de Nat King Cole, Matt Monroe, Perry Como, Frank Sinatra y otros nombres que ya no recuerdo. Las películas de Joselito, un niño español que cantaba precioso, con unas orquestaciones que todavía hoy me emocionan.

Por mi corta edad en ese momento no sé qué había en Costa Rica, pero me suena familiar el “Cuadro Buenos Aires”, el conjunto “Los Ticos” de don Mario Chacón, “la fabulosa de Otto Vargas”, don Gilberto Hernández y muchos tríos. Mis hermanos y yo iniciamos sin darnos cuenta un cuarteto de voces y guitarras acústicas; “Los Hermanos Guzmán”, al que luego agregamos batería y guitarras eléctricas marca Silvertone. La novedad de esas guitarras es que el mismo estuche contenía un amplificador con parlante y todo. Se colocaba el estuche parado, se conectaba y empezaba la música. Después incluimos un sax tenor y una trompeta, unas congas, el güiro y así se armó el “Arco Iris Musical”. En esos días admiraba a dos grupos ticos que sonaban muy bien, Paco Navarrete por un lado y Solón Sirias por otro. Ellos se beneficiaron con el ingreso al país de los primeros equipos de grabación en los estudios de INDICA. Con ese sello disquero salieron a la luz muchos artistas costarricenses que, al menos, yo no conocía.

Mientras eso sucedía, el mundo nos tenía inundados con las nuevas propuestas que cambiaron todo, Elvis Presley, Bill Haley y sus Cometas, en fin, todo el rock’n roll.
Los mexicanos y los españoles lo adaptaron a nuestro idioma y la juventud se llenó de ritmo. Mis hermanos mayores cantaban todo eso, los éxitos de Alberto Vásquez, Enrique Guzmán (el papá de Alejandra), César Costa, Angélica María y Rocío Durcal. Esta última junto con otros españoles como Marisol, Karina, Los Brincos y varios grupos invadieron a Costa Rica de discos y películas musicales.
Por supuesto los ticos no nos podíamos quedar atrás y aparecieron varias agrupaciones especializadas en rock’n roll como Los Thunder Boys, Los Vikingos, Los Rufos, Los Spiders, Los Gatos. Estos últimos tuvieron mucha fama con las canciones de Ricardo Acosta, compositor y cantante colombiano que vivía acá y que aportó mucho material original a la producción tica, especialmente temas románticos.
Era también la época de Los Beatles, Los Monkeys y los Rolling Stones. Según mi apreciación ahí empezó a sonar el rock en Costa Rica, género que se ha mantenido hasta la actualidad en un verdadero y constante desarrollo.

Los primeros rockeros que yo recuerdo eran Apple’s Band, Fire Yeah, y varios grupos con nombres en inglés. Ellos tocaban música de los Rolling Stones y de Jimmy Hendrix, también intentaban alguna que otra pieza original. En Limón apareció un grupo de rock llamado Bocaracá, que luego se llamó Stop y finalmente vino a ser el conocido grupo Marfil. Después de liderar el ambiente del rock se apoyaron en el estilo del soul; un rock creado por negros estadounidenses que también dominó el mercado de la música mundial con exponentes como los Jackson Five, Earth Wind and Fire y Al Green, entre otros.
Marfil tenía un sonido diferente y un repertorio que se distinguía de los demás.

En el área de la música tropical, los conjuntos bailables recibían mucha influencia de las orquestas extranjeras, especialmente la Billo’s Caracas Boys y la Sonora Santanera, el público pedía que los nacionales tocaran esos éxitos foráneos lo más parecido al disco. Este fenómeno creó una curiosa costumbre entre el público y los artistas ticos; el cover.

Imitar los éxitos de afuera se ha convertido en una necesidad para los grupos, pues el público ha llegado al extremo de creer que si no se canta con el mismo acento, los mismos dichos y hasta las mismas bromas del disco original, es porque no se saben la canción. Esto ha provocado dos cosas, por una parte los músicos han dejado de crear y se han dedicado a interpretar, mejor dicho a imitar. Muchas agrupaciones (digamos que la mayoría) viven completamente del cover, con ese sistema mantienen a sus familias y hacen que el público llene los lugares donde tocan. La otra parte, un poco más positiva, ha logrado que el músico popular tico sea muy versátil, capaz de saltar del rock a la salsa, del tango a la balada, del son cubano al soul negro en inglés con verdadera espontaneidad y sin mucho esfuerzo. Eso impresiona a los colegas extranjeros, acostumbrados a especializarse en un solo género.
No obstante, con todo y eso la creatividad ha sobrevivido y se sigue produciendo material nuevo que en algunas ocasiones llega a ser reconocido.

En los setentas se escucharon con fuerza los músicos suramericanos. Grupos como Los Ángeles Negros y Los Galos lograron calar en la juventud con bonitas baladas. Los argentinos Leonardo Favio, Sandro, Piero, Banana, Industria Nacional y especialmente el grupo Abracadabra dieron un sonido a la balada que rápidamente se esparció entre nosotros. También llegó a Costa Rica una verdadera invasión de canciones italianas en español, muy bellas por cierto, que dieron fama a Claudio Baglioni, Sandro Giacobe, Pepino di Capri, Nicola di Bari, etc. Poco después Mocedades y otras estrellas de España. De ahí la necesidad de una agrupación tica con esas características y salió Vía Libre, un grupo que aportó bonitas canciones originales en cuidadosas grabaciones que fueron bien recibidas por la juventud. Pienso que la aparición de Vía Libre motivó a formar grupos de música ligera dirigidos a los jóvenes románticos.
A Vía Libre siguieron Manantial, Gaviota, Amigos, Papel y Lápiz, Blanco y Negro, La Banda y muchísimos conjuntos que marcaron sin duda una gran época en la que la creatividad se vio estimulada. Muchas de las grabaciones fueron ilustradas con video-clips que se difundían en programas de televisión, especialmente en “Hola Juventud”, conducido por Nelson Hoffman.

Gaviota nació en el año 1977 después de varios experimentos que hiciéramos con “Arco Iris Musical”. Para entonces ya existían Manantial, Vía Libre, Marfil, Los Hicsos y Taboga.
Los grupos de esa época tuvimos que aprender mucho, sobre todo en el campo de la tecnología, pues para hacer sonar el primer sintetizador Roland que llegó al país había que travesear una cantidad impresionante de perillas. Antes de eso se usaban órganos Hammond y organetas Yamaha de la serie YC que eran muy populares.
Luego se usó mucho el Mini-Moog y algunos teclados que imitaban "string ensembles".
Una vez escuché un sonido nuevo para mi, no era ni guitarra ni piano, ni un sintetizador conocido, sonaba en Killing me Softly, de Roberta Flack. Yo me moría por saber qué era hasta que escuché en vivo al grupo mexicano de Arturo Castro y para mi sorpresa tenían ese sonido. Me acerqué y ahí conocí a uno de mis instrumentos favoritos; el piano Fender Rhodes, que con su sistema de barritas metálicas percutidas logra un sonido que para mi es delicioso. En cuanto se pudo invertimos los ahorros y compramos uno para el grupo.
Era muy difícil importar instrumentos al país, sin embargo todos buscábamos la forma de tener las novedades, pues el público siempre exigente quiere que sonemos como los de afuera, aunque nos paguen como de los de adentro.

También los grupos bailables se multiplicaron en esos días después del éxito de la agrupación cartaginesa Los Hicsos. Aunque ellos grabaron mucha música extranjera, el género de la cumbia y el merengue se fortalecieron de su producción.

La salsa, este ritmo caribeño cadencioso y sincopado llegó a nuestro país impulsado por Paco Navarrete, quien reforzó su grupo con una buena sección de vientos y mucha percusión. Paco trajo al país por primera vez al Gran Combo de Puerto Rico y a pesar de la poca aceptación que tuvo al principio, la salsa logró gustar y consolidarse en Costa Rica. Desde entonces varios conjuntos se han dedicado de lleno al género y tienen mucha aceptación. Un buen ejemplo es el de Sus Diamantes, que luego se llamarían Los Brillanticos. Llama la atención que varios instrumentistas de este grupo salsero eran también integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Otro punto destacable de esta época es que los músicos ticos entraron en un proceso de profesionalización. Se creó un concepto más empresarial entre los artistas y muchas agrupaciones se convirtieron en verdaderas empresas con sus respectivas oficinas, personal técnico y - en muchos casos - seguridad social para los músicos y demás empleados.
La Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica ya hacía lo que hace hoy; dignificar la profesión de músico, formar profesores, compositores y ejecutantes, y hacer caer el mito de que la música solamente sirve para el entretenimiento y no para vivir profesionalmente. Por su parte, el Conservatorio Castella, considerado el semillero de la música nacional por su influencia en la niñez, también aportaba desde entonces gente talentosa al movimiento musical del país. Por otro lado, el programa juvenil de la Sinfónica Nacional, trajo profesores extranjeros que se dieron a la tarea de enseñar música a los niños que rápidamente se incorporaron en el proceso musical del país, con una visión mucho más profesional, con mejores bases técnicas y académicas.

Esta nueva generación de músicos comenzó a dar frutos en la última década del siglo XX con grupos de cámara, tríos, cuartetos y quintetos de vientos o cuerdas, en fin, un sinnúmero de combinaciones derivadas de la música sinfónica que han aportado temas originales, varias grabaciones, giras internacionales y músicos destacados en el extranjero.

Entre el 82 y el 86 Gaviota innovó las grabaciones al incluir en sus discos los violines, violas y cellos. Muchos de los músicos participantes eran estudiantes destacados de la Juvenil y sus profesores. La radio aceptó de buena gana las producciones nacionales y muchos grupos ticos llenaron las listas de popularidad en Costa Rica durante varios años.

Luego cambiaron las cosas. En el final de los ochentas apareció la discomóvil en los grandes salones de baile. Los grupos se vieron rápidamente sustituidos por la música grabada, con ambiente multicolor y a muy bajo costo. Se desencadenó un retroceso en la floreciente producción musical, faltaba el trabajo, faltaba el dinero para producir y grabar.
Por su parte, la radio dejó de programar al artista tico y pasaron años sin que se escuchara una sola canción nacional. Argumentaban que en Costa Rica no había suficiente calidad para competir con los extranjeros en sonido, que la composición no era exitosa, que esto y que el otro, pero la realidad es que una nueva generación de DJs o programadores de radio se apoderaron de los medios con una mentalidad de rechazo hacia lo nacional y una admiración por todo lo que sonara en otro idioma o con otro acento. No me refiero sólo a la música. Gran parte de la identidad costarricense desapareció en todos los campos por la invasión cultural que se vive desde entonces.
Se pusieron de moda los grupitos importados de jóvenes bien parecidos con éxitos efímeros, desaparecieron los salones de baile ya que el exceso de discomóviles con los años cansaron al público. Muchos conjuntos se deshicieron y otros se redujeron a tríos y dúos. El público también se dispersó hacia otras atracciones y optó por los sitios pequeños.
No obstante algunos grupos lograron sobrevivir. Contra viento y marea han sostenido planillas, han sorteado la avalancha de música extranjera y todavía están en el mercado. Es el caso de Marfil, Gaviota y Taboga, entre otros, quienes continúan produciendo discos y tocando en todas partes, con equipos renovados y un cúmulo de experiencia que los mantiene activos y sonando muy bien.
Los tiempos malos han ido pasando. Al final del siglo XX se empezó a notar un revivir del movimiento musical. Los pequeños bares compiten entre ellos contratando música en vivo, lo que ha dado trabajo a muchos músicos. Grupos como Editus, el Cuarteto de Trombones, Son Sax y otros extraídos del movimiento sinfónico han recibido el reconocimiento popular y se han fortalecido en su proceso creativo. También hay una gran fusión entre los músicos que gustan del jazz, acercando la brecha de estilos de una forma muy enriquecedora.

El concepto del cover ya no se ve con muy buenos ojos y los músicos populares tratan de aportar más temas propios. En el rock se ha notado una tendencia a salir del garaje para grabar y hacer giras, lo mismo en la salsa, el reggae, el rap y en todos los ritmos tropicales, este resurgir se aprecia en muchas y buenas producciones discográficas que la radio apoya.

En el campo sinfónico se están dando mayores alternativas a los compositores para que sus obras puedan ser interpretadas, también se están premiando las obras originales por medio de la Asociación de Compositores y Autores Musicales, consolidada en más de diez años de existir.
Se han realizado grabaciones de música típica con buena calidad de sonido como es el disco “Costa Rica, Pura Vida”. Algunos de nuestros músicos están tocando en el exterior con orquestas y conjuntos de mucho prestigio.

¿Qué es lo que falta ahora? Mercadeo.
Algo que para mi no se ha logrado desarrollar es el concepto de proyección, distribución y venta de la música como un producto costarricense. No sé qué pasa pero hasta la fecha no hemos logrado dar a conocer un artista tico internacionalmente. No hemos podido hacer bailar los ritmos costarricenses en el exterior ni hemos alcanzado ningún reconocimiento, salvo algunas excepciones particulares como el Grammy de Rubén Blades acompañado por los músicos de Editus. Ese fue un gran paso, ya que el disco fue grabado en nuestro país, los arreglos musicales son ticos, así como los técnicos y los instrumentistas. Aunque el reconocimiento es para Blades, hay que tratar de sacar provecho de tan importante logro.

Debe desarrollarse una política nacional para mercadear la música tica. Facilitar los costos de producción, abrir mercados, promocionar a nuestros artistas en el extranjero, organizar giras y negociar con compañías disqueras internacionales para dar a conocer al mundo el talento costarricense. Pero eso cuesta mucho dinero para hacerlo independientemente. Por eso se ocupa la ayuda estatal, la inversión estatal. Hay tantos atributos en los músicos ticos, la versatilidad, la formación académica y técnica, el conocimiento y manejo de la tecnología y muchas cosas más que se aprecian en los conciertos, en los discos y en las creaciones que a diario nos sorprenden a los que estamos inmersos en el mundo musical, pero que los productores extranjeros desconocen lamentablemente.

Quiero proponer al sector político del país que piense en la música tica como un producto de exportación no tradicional. Es fácil imaginar las divisas que le genera la música a países como México, Argentina o Venezuela. Eso se puede lograr en Costa Rica en el momento en que se apliquen las técnicas de mercadeo internacional a nuestro producto, de la misma forma que actualmente lo hacen con las flores, la caña india y el turismo.
Los logros de los artistas costarricenses me dan un panorama optimista, espero que se aprovechen todas estas condiciones para tener muy pronto la satisfacción de ver a la música costarricense reconocida en el mundo y abriendo puertas para el desarrollo y bienestar de los músicos ticos del siglo XXI.

Agosto 2006

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